Quería hacer un gato rechoncho. La idea daba vueltas en mi cabeza y me puse a dibujar.
Este último boceto es el que más me convenció para llevarlo a la tela.
y por cierto, me gusta el trabajo terminado.
Primero imaginarlo, luego dibujarlo y por último alcanzar las expectativas puestas en el muñeco (cortar y coser, luego el relleno y finalmente los detalles) es algo difícil de explicar pero sinceramente muy gratificante.
Retomo la imagen del perro. Busco una figura que espera, paciente, que caiga un hueso o algo.
Intento varios dibujos y la prueba en la tela, siempre manteniendo la simplificación de las formas. Sin resultados.
Termina por cansarme y abandono la idea. Teniendo que presentar trabajos para la facultad me inclino por continuar una de las ideas que me llevo a hacer esto de los muñecos, la manera en que se muestran al público y que se dice con lo que se ofrece, acentuando mi mirada en la caja. Para eso intento hacer un perro, lo dibujo directamente en la tela, corte y costura; luego lo pinto. Armo la caja y la lleno de colores y queda... casi terminada ( aclaro que no soy diseñador, estudio plástica, no se si se entiende). Todo esto viene a cuento porque de esa experiencia vino aquello que estaba buscando hace tiempo.